sábado, 27 de agosto de 2016

RIO 2016


Finalizaron los juegos, días intensos tanto para los grandes deportistas como para los fieles seguidores que estábamos, día tras día, viendo todas las pruebas incluso de aquellos deportes que vemos cada 4 años y que ni entendíamos, pero sentíamos esa tensión, emoción, afán de superación, esfuerzo durante cuatro años para actuaciones espectaculares con el fin de poder cerrar con grandes éxitos de medallas o marcas personales.

Los JJOO son una competición única, que el simple hecho de llegar ahí es un honor y una enorme satisfacción. Hablamos de estar 4 años entrenando para poder demostrarlo frente a rivales muy muy bien preparados. Mucho esfuerzo y muchas expectativas puestas en ello, por lo que es importante llegar en equilibrio a nivel físico, técnico-táctico, mental y emocional para poder hacerle frente.

 
El estrés por llegar al pódium, esa presión por conseguir la medalla soñada, puede pasar factura a los grandes deportistas produciendo alteraciones en su rendimiento.  En estos juegos en cuestión hemos tenido sorpresas con algunos de los favoritos:
Djokovic y las hermanas Williams en dobles, Muguruza, Fátima Gálvez en tiro al plato, el inicio de la selección masculina de baloncesto… Grandes favoritos que no consiguen los resultados esperados o que se les complica la clasificación ante rivales que en otras ocasiones no se les había resistido.




El trabajo a nivel mental es clave puesto a que estamos ante una reunión con los más grandes del mundo, en un entorno de exigencia máxima en la que la activación de los deportistas se puede disparar. Los deportistas necesitan desarrollar habilidades para autorregular su motivación y sus emociones, aumentando así sus posibilidades de triunfo.



“Mediante la autoobservación y el entrenamiento guiado por un psicólogo del deporte, cada deportista puede detectar qué influye en su propia activación, cuál es su nivel de activación óptimo para cada una de las tareas deportivas en las que debe rendir y qué puede hacer para situarse y mantenerse en ese nivel”.



Los Juegos Olímpicos, como otras grandes competiciones, deben servir para transmitir valores. Valores como la disciplina, respeto, búsqueda de excelencia (no conformarse para poder avanzar), nobleza, equipo, constancia en el esfuerzo, tolerancia a la frustración, autocontrol emocional y deportividad; valores que no son incompatibles con el alto rendimiento para ganar. A continuación, pondré algunos grandes momentos que los reflejan:


En primer lugar, el caso de la neozelandesa Nikki Hamblin, que cayó tras chocar con otra corredora. Abbey D'Agostino, con equipación azul, tropezó con ella y se fue también al suelo. D'Agostino se levantó y ayudó a Hambling a incorporarse. Ambas intentaron seguir, pero la estadounidense cojeaba y después de pocos metros, volvió al suelo dolorida. Hamblin, se paró a ayudarle. Las dos atletas marcaron un mal tiempo, a un minuto de la ganadora. En la meta, a donde D'Agostino llegó en silla de ruedas, ambas se fundieron en un abrazo ante un público que las aplaudió emocionado.

La tolerancia a la frustración de los gimnastas, la habilidad de aceptar los errores y levantarse rápido. Primero en los entrenamientos, hasta conseguir objetivos aparentemente imposibles; y en las mismas competiciones donde un pequeño error les hace caer y aun sabiendo que eso pude suponer no alcanzar el resultado deseado, se levantan continuando el ejercicio como si nada. ¡ESPECTACULAR! Incluso a la maravillosa Simon Biles, medallista de EEUU, le pasó.



No olvidemos a Nadal, que volvía de una lesión, de retirarse en Wimbledon, de incorporarse a entrenar en pista a finales de junio, incluso con dudas de poder jugar en los Juegos Olímpicos todas las modalidades que le correspondían. ¿Qué sucedió? Oro en dobles y cuarto individual, a las puertas de una medalla que probablemente habría sido suya si hubiese tenido otras condiciones más favorecedoras. Esto es deporte, es esfuerzo, superación. 
Por algo es mi número 1, siempre se pueden sacar grandes aprendizajes de sus actuaciones, tanto cuando gana como cuando pierde, pero desde mi punto de vista, para nuestro abanderado, Rio´16, ha sido un éxito dada la situación en la que se encontraba.


Un verdadero campeón debe aprender a remar contra corriente, saber luchar y superarse cuando las cosas no salen como quiere, incluso jugando sintiéndose incómodo, como fue el caso de Carolina Marín en la final luchando por el oro. Número 1 en el ranking mundial de Bádminton, no concebía volver a casa sin su medalla.

Carolina había ganado todos los sets hasta ese partido, la gran final. Empieza ganando el primer set, se le tuerce y lo pierde. Estaba descolocada, perdida, empezó a dudar…

 ¿Qué necesitaba Carolina en ese momento? 

¿Qué le hizo crecerse y arrasar en los dos sets posteriores? 

A mí personalmente me pareció un momento apoteósico y un enorme acierto por parte de su entrenador que supo leer a su jugadora y darle el siguiente mensaje cuando más lo necesitaba:

 “Recuerda a esa niña de 14 años que llegó a la academia Blume y quería cumplir su sueño de ganar una medalla olímpica. Esa niña de 14 años me dijo lo que quería, esa niña de 14 años confía en ti. Esa niña sabe cual es el plan de juego y juega con disciplina, porque es su sueño. Y ese deseo que tú tienes es más fuerte”.

Quienes habéis visto la película “Guerrero pacífico” me comprenderéis cuando digo que se convirtió en una guerrera pacífica. Supo conectar con su interior, era su momento, todo lo aprendido junto con su pasión y esfuerzo le llevaron a la cima.



Ana de Cevallos.

2 comentarios:

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